Primeras preguntas
El Trastorno del Espectro Autista (TEA) es una alteración del Neurodesarollo que se caracteriza por dificultades en dos grandes áreas: en la comunicación y la interacción social y en la cualidad y rango de los intereses, conducta y actividades (incluyendo posibles particularidades sensoriales). Estas dificultades se pueden manifestar de forma muy variable, de tal manera que hay personas con TEA que necesitan apoyos muy sutiles y hay otras personas con TEA que necesitan apoyos significativos.
Es importante saber que la presencia de una sola o algunas de estas características no implica necesariamente la presencia de un TEA.
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El diagnóstico de TEA se realiza evaluando de forma minuciosa la conducta y los procesos psicológicos que están detrás. Los profesionales encargados (psicólogos, psiquiatras, neurólogos) se apoyan en dos manuales donde están recogidos los criterios que son la base del diagnóstico: el DSM (5a Edición, Asociación Americana de Psiquiatría, 2013), la CIE (11a Edición, Organización Mundial de la Salud, 2018).
Sólo profesionales altamente cualificados y tras una evaluación exhaustiva de la persona y su contexto pueden realizar un diagnóstico de TEA.
Es importante una evaluación integral, por eso es muy recomendable que se realice, además de la evaluación psicológica, también una evaluación de la salud general (que incluya pruebas neurológicas etc.).
El desarrollo del sistema nervioso (que engloba el cerebro entre otras partes) comienza desde la gestación y continúa durante los primeros años de vida. En algún momento temprano de este desarrollo el sistema nervioso se configuró de una manera diferente dando lugar a que éste funcionara de una forma distinta en algunos aspectos.
El TEA tiene un origen genético y neurobiológico. Hasta ahora se han encontrado diferentes factores implicados pero no todos están presentes en todas las personas con autismo. Se han encontrado, por ejemplo, muchos conjuntos de genes pero no todos ellos se encuentran de la misma forma en todas las personas con autismo. Una de los aspectos relevantes de esta implicación genética es que aquellas parejas que tengan un hijo con TEA tienen un mayor riesgo de tener otro hijo con TEA en un siguiente embarazo.
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El TEA acompaña a la persona durante toda su vida; el TEA no “se cura”. Sin embargo, las personas con TEA pueden aprender muchas habilidades en todos los campos que les permitan ir adaptándose a las demandas del entorno en diferente medida.
La evolución de cada persona depende de muchos factores. Como ya hemos explicado, las dificultades se presentan de forma muy variable, y éste es uno de los factores que hay que tener en cuenta. Sin embargo, hay otros aspectos que también son muy significativos, por ejemplo, por nombrar algunos, los apoyos con los que la persona pueda contar (la cantidad y la calidad), el tipo de intervención que reciba y si ésta es temprana o no, si hay aspectos neurológicos asociados o no, la implicación de todos los agentes presentes en su vida (profesionales de la educación o la adaptación laboral, de la salud…) y otros aspectos del contexto etc.
Sin embargo hay dos aspectos que son esenciales. En primer lugar, las propias características de la persona. No debemos olvidar que el TEA es una parte más de la persona, y que cada persona con TEA o sin él es única, y tiene sus propios sueños, sus metas, sus motivaciones… En segundo, lugar la familia. Todo lo que tiene que ver con la familia (herramientas y estrategias, su bienestar emocional etc.) es un factor muy relevante en la evolución de la persona con TEA. Puedes encontrar información muy interesante en nuestra web.
Un diagnóstico de TEA se realiza en base a la conducta, por tanto es importante estar atento y observarla. Existen algunos indicadores que nos pueden hacer sospechar de la posible presencia de un TEA.
En torno a los 12 meses de edad:
• No dice palabras sencillas como “mamá” o “papá”
• No aprende a usar gestos como saludar o despedirse con la mano.
• No señala cosas que le interesan o no las muestra
• No responde al nombre o parece no entender cuando se le pide algo sencillo.
Entre los 18 y los 30 meses de edad:
• No tiene juegos sencillos imaginativos (pe. simular beber de una taza vacía, rodar coches, emitir sonidos sencillos de animales…)
• No tiene un repertorio de al menos 6 palabras que usa de forma individual a los 18 meses, ni hace combinaciones de 2 palabras en torno a los 24 meses.
• No imita cosas sencillas que hacen los demás.
• No muestra interés de alguna manera por otros niños o por jugar a juegos sencillos con adultos (pe. cucú-tras, aserrín etc.)
• Tiene dificultades para responder a su nombre o mirar a los ojos del adulto.
• Hace movimientos peculiares con las manos o el cuerpo. Le molestan sonidos cotidianos.
• No señala cosas que le resultan interesantes (o las lleva para enseñarlas) o no responde cuando un adulto le señala cosas a él/ella.
• No parece estar muy atento a las reacciones del adulto (pe. si el adulto se vuelve a mirar algo no se vuelve con él, si pasa algo no está atento a la reacción del adulto etc.)
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Campaña del CDC: Aprenda los signos, reaccione pronto .
Es importante saber que, aunque las dificultades están presentes desde edades tempranas, en ocasiones, no es hasta la entrada en la primaria cuando éstas se empiezan a detectar. Te dejamos el link a la Escala Autónoma para la Detección de Autismo de Alto Funcionamiento (Belinchón, M., Hernández, J.M., Martos, J., Sotillo, M., Márquez, M. O., Olea, J., 2008) un instrumento muy útil elaborado con el fin de mejorar la detección del trastorno en niños con menores necesidades de apoyo.
Escala autónoma para la detección de síndrome de Asperger y Autismo del Alto funcionamiento.
La prevalencia (número de personas que lo presentan, en este caso niños del total) reportada por los estudios se ha ido incrementando en los últimos años. En Los últimos datos del Centro para el Control y Prevención de Estados Unidos (CDC) indican que la prevalencia de un niño con diagnóstico de TEA por cada 59. Sin embargo, algunos autores (Fombonne, 2018) reseñan que hay que tomar con mucha precaución estos datos por las características metodológicas de los estudios de donde provienen.
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De cualquier terapia y falso “profesional” que prometa “curación”. El autismo es un Trastorno del Neurodesarrollo que acompaña a la persona toda su vida; su sistema nervioso se ha configurado de una forma diferente. Las personas con TEA pueden experimentar mejoras significativas en las áreas en las que tienen dificultad pero el trastorno sigue presente. Esta alerta tiene que ser aún mayor en aquellos casos en los que la supuesta curación pase por tratamientos extremadamente peligrosos y que, por supuesto, carecen de evidencia científica (como el MMS etc.)
De todo lo que relacione autismo y vacunas. Está relación surgió a raíz de los estudios del doctor Wakefield de los noventa en los que se relacionaban éstas (en especial la triple vírica) con el desarrollo de autismo en los niños a las que se las habían puesto. Años después de la publicación se descubrió que había datos falsos y la revista donde se publicó (Lancet) se retractó del mismo y lo retiró. Múltiples estudios llevados a cabo por diferentes investigadores en diferentes partes del mundo han encontrado después que no existe ninguna evidencia de relación entre las vacunas y el autismo.